Travestí cachero


Su trabajo y su placer no tienen decoro.

Nunca fue justo condenar sin ser enjuiciado, mucho menos cuando ella se mantiene en pie todas las noches en su esquina, esperando ser abordada, alerta para esquivar alguna pedrada.

Su cuerpo es un mapa del dolor.

Prefiere salir rápida cuando la ropa de el queda en casa y ella sale empapada de colores, en la búsqueda de algún sentimiento que reemplazó con una tetas que abruman de silicona endurecida su corazón.
La noche se abre para que los condenados caminen acompañados de miradas furtivas entre las camaradas, en sus tacones que se quieren desprender del suelo, buscando un mundo onírico, cuando el auto pasa lentamente y mira fijamente, sin distinguir odio o lujuria en una sombra cómplice que todo lo confunde.

Un auto se detuvo una vez y le pregunto si necesitaba amor.

Y el amor ya no fue. Pero en su entrepierna hirviente, bajo la escandalosa mini, tiene un bulto desbordante de deseo, que siempre ira en busca de algo que le recuerde que aun esta viva.
A veces se imagina cercenada por un cuchillo en pleno orgasmo, alivio final para una vida surreal.