fragmento de "Las cosas" de Georges Perec


"Les habría gustado ser ricos. Creían que habrían
sabido serlo. Habrían sabido vestirse, mirar,
sonreír como la gente rica. Habrían tenido el tacto
y la discreción necesarios. Habrían olvidado su
riqueza, habrían sabido no ostentarla. No se habrían
vanagloriado de ella. La habrían respirado.
Sus placeres habrían sido intensos. Les habría
gustado caminar, corretear, elegir, apreciar. Les
habría gustado vivir. Su vida habría sido un arte
de vivir.

Todo esto no es fácil: al contrario. Para esta
joven pareja, que no era rica, pero que deseaba
serlo, simplemente porque no era pobre, no existía
situación más incómoda. No tenían más que lo
que merecían tener. Mientras soñaban con espacio,
con luz, con silencio, eran devueltos a la
realidad, no sombría, pero sí mezquina simplemente
—lo que quizá era peor—, de su vivienda
exigua, de sus comidas corrientes, de sus vacaciones
escasas. Era lo que correspondía a su situación
económica, a su posición social. Era su realidad,
y no tenían otra. Pero existían, a su lado, en
torno a ellos, a lo largo de las calles por las que
no tenían más remedio que pasar, los ofrecimientos
engañosos, aunque tan cálidos, de los anticuarios,
de las tiendas de ultramarinos, de las
papelerías. Desde Palais–Royal hasta Saint–Germain,
desde el Champ–de–Mars hasta l’Etoile, desde
el Luxembourg hasta Montparnasse, desde l’Ile
Saint Louis hasta el Marais, desde los Ternes
hasta la Opera, desde la Madeleine hasta el parque
Monceau, París entero era una perpetua tentación.
Ansiaban ceder a ella, con embriaguez, en seguida
y para siempre. Pero el horizonte de sus deseos
se cerraba despiadadamente; sus grandes sueños
imposibles pertenecían a lo utópico."