Cada vez que corríamos al muelle me quedaba atrás, detenido por el miedo a las criaturas que vivían en torno al lago, pero que nunca vi. El pasto intentaba mantenerse quieto al colmarse de tacto húmedo que explotaba con el sol cada mañana. Sobre él yo me quedaba atrás, y ella corría sin pensar en las texturas que sacaba de su descanso, que se encontraban en el lugar menos indicado. Cuando saltaba siempre había un silencio tremendo, y luego su grito que lo desgarraba, cierre de un trayecto que en ofrenda de alegría se disipaba en el aire, y el lago esperando abrazarla. Desde la ventana, las cortinas se extendían y los álamos se agitaban en goce absoluto, todos estaban invitados a su fiesta.
Yo me quedaba atrás, y me recuerdo salpicado con el lodo que sus pasos levantaban.
1 comment:
miedi gayo!!
vertigo y mostrofobia
paolits!
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